Eras la vida, la paz,
el cielo de cada ocaso,
el ángel que siempre soñé,
la luz que se filtra por mi ventana.
Eras el aire fresco y suave de la mañana,
mis coordenadas exactas,
el tiempo pararse en mis manos,
el sonido de las campanas.
Eras la paz que toda la vida había esperado,
ir y volver del cielo con sólo pensarte,
el agua pura del deshielo de la montaña,
el hermoso motivo de las largas noches de verano.
Eras la brisa matutina rozar en mi cara,
el jardín más bello de este reino,
la dulzura que tanto hace falta,
la princesa radiante de este gris cuento.
Eras las soñadas tardes de primavera,
el primer motivo de cada despertar.
La luz que iluminaba las estrellas,
el cálido rugir de las olas sobre el mar.
Eras el color de cada crepúsculo,
el tópico de mis sueños.
Mi desconexión del mundo,
las alas cuando aún podía volar.
La tan añorada revolución. La libertad.
Eras el huracán que arrasaba con mi cabeza,
el deseo al caer una estrella fugaz.
En las noches de verano a oscuras,
el cielo, las estrellas, la luna clara,
el whisky, los habanos,
pensar en lo pequeños que somos
respecto de tanta inmensidad.
Era tu voz lenguaje de sirenas,
suave bruma de mar.
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