No habitarte desde tiempos sagrados,
el triste susurro de pájaros sufrir.
La esencia rota de aquellos días
bailando el vals de mi existencia sobre tu cuerpo de anís.
Está en el misterio, en la piel brillante
el tocarte y despertar un nuevo sentido.
La arena, rápidamente, se convierte en agua
mientras, ahorcado, me doy por vencido.
Habita en tu risa el motivo de mi ceguera.
Es parte de esta paz el saberte aquí, tranquila.
Despierta en tus pasos un horizonte flúor,
morder el fruto prohibido, llevar la corona de espinas.
Es el pensar, la tormenta que arrecia,
el sentirte en algún sitio, mi nueva cruz.
Tu nombre, calendario de los días por llegar,
atardeceres bajo el cielo, las expensas de tu luz.
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